"¡Lo único que ha podrido la sociedad es el progreso! ¡El maldito progreso! Nos pone boca abajo y nos convence de que estamos bien! Pero claro... ¿quién se atreve a luchar contra el progreso?"
La manifestación antifascista que tuvo lugar en el barrio obrero londinense de East End en 1936 y el levantamiento anticomunista de Hungría en el año 1956, son los dos hechos históricos que enmarcan esta obra.
"Sopa de pollastre amb ordi" narra la historia de una familia de clase obrera, los Kahn, en un mundo que cambia a toda velocidad. La obra muestra cómo el tiempo erosiona, lentamente e implacablemente, todo lo que encuentra por delante. La progresiva pérdida de convicciones, sueños e ideales políticos, la pasividad y la negatividad ante las injusticias, se presentan en paralelo a la desintegración de la familia Kahn, cada vez más fragmentada y desunida.
Siguiendo las vidas de siete personajes que un día lucharon juntos por construir un mundo mejor, Wesker expone diferentes posicionamientos ante los ideales y la vida, pero al mismo tiempo construye un fresco familiar enormemente emocionante y conmovedor hacia el cual sentimos una identificación y ternura inmediatas.
De
Arnold Wesker
Dirección
Ferran Utzet
Versión de
Llàtzer Garcia i Ferran Utzet
Con
Míriam Alamany
Màrcia Cisteró
Ricard Farré
Pol López
Maria Rodríguez
Josep Sobrevals
Lluís Villanueva
Escenografía
Josep Iglesias
Iluminación
Guillem Gelabert
Sonido
Damien Bazin
Vestuario
Annita Ribera
Caracteritzación
Àngels Salinas
Ayudante de dirección
Mònica Molins
Asesoramiento gestual
Marta Gorchs
Regidoría
Marc Serra, Carles Algué y Paula Roto
Técnico de funciones
Juan Boné y Arnau Planchart
Atención al público
Núria Ubiergo y Mireia Colomer
Alumna en prácticas del Timbal
Rosa Maria Ordoñez
Fotografía
Bito Cels
Disseño gráfico
Andrea Gusi
Collage
Albert Cano
Una producción de La Perla 29
Viví los hechos de octubre con una doble angustia. Una de tipo colectivo: la que combinada con el entusiasmo y el empoderamiento nos hizo soñar que sí, que esta vez podíamos, que había llegado el momento, que pronto empezaríamos a construir un país nuevo. Y una individual, secreta: la que me quitaba el sueño preguntándome qué le explicaba a mi pueblo esta obra de título improbable que estrenaría dentro de unos meses en la Biblioteca.
La había elegido hacía un año. Me emocionó hasta las lágrimas la forma en que Wesker describe la pérdida de las convicciones políticas e individuales. A mí me resulta cada vez más difícil mantenerlos fuertes, los ideales, y la fe que tengo en un mundo mejor no siempre resiste cuando la confronto con las contradicciones de la modernidad. Al mismo tiempo, sigo convencido de que debemos seguir creyendo que un mundo más justo es posible, y que debemos seguir luchando para que, poco a poco, este mundo que soñamos se convierta en realidad. Quizás por eso me conmovió tanto la obra: porque muestra que el tiempo y la vida pueden erosionar esta ilusión... Sin saber muy bien por qué, pensé que era necesario representarla.
Pero llegó el otoño y la historia se aceleró. ¡En el escenario revolucionario que se abría en el país, todo cambiaba! ¿Qué tipo de mensaje enviaba la obra? Los paralelismos entre los eventos que describe la obra y lo que estábamos viviendo eran tan grandes que, de repente, no conseguía saber si las palabras de Sopa de Pollastre eran el calor y el vigor que necesitábamos para seguir adelante o si, por el contrario, generaban desánimo. Porque la responsabilidad del artista también va de eso, ¿no? ¡De generar reflexión y energía desde adentro, desde la militancia con la vida y la política, y no solo desde la distancia de la intelectualidad!
Estamos en 2018 y parece que haya pasado mucho desde octubre. Mientras escribo estas líneas, a pocas semanas del estreno, el país nuevo no ha llegado, y hay personas encarceladas por sus ideas. ¡En la cárcel! Ante esta realidad tan grave, terrible y absurda que no puedo más que denunciar, todo se vuelve frágil. Como a los personajes de Wesker, me invade la desorientación, y la idea de que la obra pueda enviar un mensaje claro de ánimo o desánimo me parece ingenua. En cambio, sigo creyendo que sí, que hay que representarla, y que hay que representarla ahora. Y creo que sé por qué: porque el teatro, cuando es teatro de verdad, puede hacernos sentir que no caminamos solos.
Buena función.
Ferran Utzet
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(a partir d'1h i 1/2
abans de la funció)